Puntuación: ⭐⭐⭐⭐
Ficha Técnica
Autor: Margarita Posada Jaramillo
País: Colombia.
Año: 2009
Genero: Novela Autobiográfica.
Subgénero: Drama, Critica, Reflexión.
Temas: Depresión, Abuso, Adicciones.Número de Libros: 1
Sinopsis: En 2006, después de un viaje a Europa, la escritora Margarita Posada se encontró postrada de repente en una cama de la que no quería salir. Lo que en principio parecía una suerte de mal momento pasajero, poco a poco se convirtió en una realidad con la que ha tenido que convivir desde entonces.
Sinopsis: En 2006, después de un viaje a Europa, la escritora Margarita Posada se encontró postrada de repente en una cama de la que no quería salir. Lo que en principio parecía una suerte de mal momento pasajero, poco a poco se convirtió en una realidad con la que ha tenido que convivir desde entonces.
La depresión es uno de los trastornos más comunes del siglo XXI y aqueja a millones de personas. En esta valiente y brutal confesión, Posada ha sido capaz de mirar de frente al monstruo y de hundirse de lleno en su pasado para analizar la compleja relación de esta enfermedad con las adicciones y analizar dinámicas turbulentas con familiares, amantes y amigos que también se entrelazan con esta fatal enfermedad. Sin filtros ni imposturas, este bello y humano relato nos sumerge en la vida de una mujer capaz de entender que el arte libera y que escribir es una manera de poner en práctica eso que, el gran escritor norteamericano Tom Spanbauer aconsejaba a la hora de crear: ¿Qué es lo que más te duele?
Opinión Personal
Puntuación que le doy: ⭐⭐⭐⭐
Contenido: 💭🔪
La recomiendo: Si
La volvería a leer: No
Reto desbloqueado: No Aplica.
Siempre celebraré los libros que visibilizan la salud mental como un problema real y que muestran estas enfermedades como enfermedades y no como simples caprichos de mentes débiles o educaciones malformadas.
Este libro fue tema de club de lectura en el que pretendía participar en noviembre. No lo hice entonces, por mis propias circunstancias personales, ya que sus primeras páginas contienen descripciones que conozco en carne y sangre propias. Hoy, seis meses después, lo termino con la tranquilidad de constatar que cada mundo es un universo distinto, como granos de arena en el desierto: aunque haya puntos de intersección entre quienes padecen, las vivencias fluctúan enormemente según el nivel educativo, el entorno y las redes de apoyo de cada persona.
El caso particular que comparte la autora lo reflexioné desde tres puntos críticos:
Primero, la depresión no respeta estatus sociales (tal vez como en el relato de Bonnett). Aquí vemos a una mujer joven, inteligente, hermosa, con una carrera exitosa, con contactos y familiares alrededor del mundo, que ha viajado, conocido, leído… y aun así carga con el peso del abuso, disfrazado del poder circunstancial que le puede brindar el licor y del sexo. Una realidad que las mujeres enfrentamos con frecuencia, como parte de los roles e imposiciones de la sociedad que nos formó y que nos margina a ver en ellos herramientas de aceptación, pertenencia o amor.
Segundo, la depresión no se vive igual en todos. Es muy distinto estar deprimido, solo en tu habitación mientras tu madre intenta que comas, a estar deprimido compartiendo el espacio con un hermano pequeño que llora, con una gotera sobre la cama cada vez que llueve o con una aguapanela avinagrada en el estómago.
Tercero, los síntomas no son universales. La protagonista de este relato transita sus depresiones entre picos paranoides y valles de hipersomnia, esta última capaz de paralizarla por completo. Pero existen también quienes padecen depresión funcional: se levantan cada día con una disciplina casi sagrada para cumplir lo que consideran su deber, a pesar de cargar con insomnios crónicos o una fatiga constante. Son vecinos, hermanos, profesores, madres o padres risueños, enérgicos, graciosos, pero secos por dentro. Personas que, cuando deciden partir o autolesionarse, nos dejan estupefactos, porque nunca supimos de sus batallas internas.
Mi reflexión no desmerece ninguna experiencia ni minimiza el dolor que cada una conlleva. La depresión es, al final, una pelea cuerpo a cuerpo con la vida, sin importar en qué ring se libre. Lo que sí quiero dejar claro es que no podemos reducirla a un estereotipo basado solo en síntomas visibles.
Es preciso dejar de pensar que una persona deprimida “busca atención”, “quiere ser el foco”, “está triste nada más”, “debería esforzarse más”, “tiene que dejar de llorar”, “es desagradecida”, “hay gente peor que ella” o “se queja por bobadas”. Pretender que un paciente con depresión “se cure” solo con voluntad es tan absurdo como pedirle a un diabético que baje su glucosa a fuerza de optimismo o a un hipertenso que controle su presión con sonrisas.
La depresión tiene un componente orgánico, cuya evaluación clínica, más allá de la observación del comportamiento y la entrevista psiquiátrica, algunas ayudas diagnósticas pueden complementar —no reemplazar— el diagnóstico: pruebas de laboratorio como perfil tiroideo (TSH, T4 libre), niveles de vitamina D y B12, y en algunos casos cortisol o marcadores inflamatorios. No son determinantes por sí solos, pero pueden orientar sobre factores biológicos que agraven el cuadro. La alarma debe ajustarse siempre a la personalidad, contexto y condiciones del paciente.
Pero ojo, comprender al enfermo no significa excluir su responsabilidad en el tratamiento. El paciente también debe conocer cómo funciona su condición y participar activamente en su cuidado. En esto aplaudo a Margarita, el libro termina con un punto suspensivo evidente —los depresivos viven en esa constante—, pero deja clara la pauta que le ha permitido seguir: tener hábitos, levantarse, establecer metas alcanzables (un día a la vez, una meta a la vez), no aislarse, entre otras. Tal vez no sirva a todos por igual, pero sí transmite una idea esencial y es que parte del tratamiento incluye dejar de verse solo como víctima y recordar que el paciente es, ante todo, una persona, no su enfermedad. Allí yace también un cambio de mentalidad comunitaria para derribar el tabú que aún pesa sobre las enfermedades mentales, y que el paciente pueda transitar su propia recuperación con dignidad y apoyo.
Angie W. Niconella
Dices verdades muy duras con respeto, pero necesarias para actuar de verdad.
ResponderEliminar¡Gracias! Me alegro que te gustó. Un abrazo.
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